¡Hola a todos! Así fue mi cambio.
Hoy os traigo un cambio real, puede ser que sea el único que veáis en este blog y realmente tiene su explicación.
No considero que vender los cambios que experimentan nuestros pacientes sea el mejor recurso que podamos ofrecer para obtener beneficios. Para mí los cambios físicos que podemos observar en una persona son lo de menos; lo realmente importante son las sensaciones, los cambios internos que cada uno de ellos experimenta, eso es lo que les motiva a mantener ese objetivo cumplido a lo largo de su vida.
Cambio real, MI CAMBIO.
Para todos los que me conocéis personalmente desde hace tiempo no os sorprenderá pero aun así os aseguro que es mucho más de lo que pensáis.
Hace 10 años, estaba cursando 2º de Bachillerato, era una chica bastante corriente, centrada en sus estudios y sin muchos hobbies especiales. Era sedentaria, incluso podría decir que odiaba con todas mis fuerzas el deporte, no me motivaba nada. En cuanto a la alimentación no puedo decir que comiera mal, puesto que en mi casa había buenos hábitos, además siempre me ha gustado probar nuevas comidas y las frutas y las verduras formaban parte de mi rutina alimenticia, aunque es cierto que tenía muchos hábitos que cambiar:
– Mi desayuno era leche con colacao y cereales Special K con chocolate o galletas María.
– A media mañana tomaba un bocadillo con fiambre de pavo y un zumo.
– Por la tarde un yogur 0’0.
– Las cenas eran minibocadillo de fiambre, paninis precocinados, croquetas, flamenquín… aunque es cierto que la mayoría de los días cenaba muy saludable (tortilla francesa, ensalada variada, revueltos de verdura…).
Cuando hice la selectividad me matriculé en Nutrición Humana y Dietética y a partir de este momento mi interés por la alimentación y su efecto sobre la salud era aún mayor. Sin embargo, no encontraba la motivación suficiente para practicar algún deporte. Probé el gimnasio, clases dirigidas (zumba, spinning, bodypump…) y natación, pero ninguno de estos deportes terminaba de engancharme. Sinceramente esto me agobiaba bastante, cada día yo me obligaba a asistir a las clases y al final, en unas semanas, acababa abandonando hasta que me dí cuenta de que ahí estaba el verdadero problema.
¡No podía seguir obligándome a practicar un deporte que no me gustaba!
Tras terminar el máster y volver de nuevo a casa me apunté a entrenamiento personal con un grupo pequeño a las 7 de la mañana y alcancé la adherencia deportiva que tanto soñaba.
¿Qué conseguí?
Cambio de composición corporal. En 18 meses bajé 12 kg (12 cm de cintura y 15 cm de cadera). Quizá en otra ocasión esto hubiera sido lo más importante pero os aseguro que experimenté tantos cambios en mí que el físico fue el menos importante.
– Superar obstáculos.
– Me sentía con más energía, más ágil, más activa, más fuerte.
– Me resfriaba menos.
– Comencé a evitar los espejos cuando iba por la calle.
– Me demostré a mí misma que podía hacerlo y esto me ayudó a aumentar la confianza en mí y la autoestima en todos los ámbitos de mi vida (incluido el profesional)
¿Cómo lo hice?
Os lo puedo resumir en una sola palabra: CONSTANCIA
Era una época de cambios, llevaba 5 años fuera de casa y tras terminar los estudios tocaba volver, además comenzaba a buscar trabajo, sin saber muy bien cómo iba a ser mi futuro, así que verdaderamente el deporte fue mi vía de escape.
¿Qué ha sido lo que me ha llevado a conseguir el cambio?
1. Olvidarme del peso.
En ese momento el peso era un objetivo secundario, al que nunca di importancia.
2. Diseñar mi plan de acción.
Tras plantearme mi objetivo a cumplir, pensé todos los actos que podían ayudarme a cumplirlo y los desgrané en mini-retos.
3. Retarme con pequeños pasos.
Las metas grandes nos parecen inalcanzables, por ello cada semana me planteaba mini-retos:
a. Mejorar las cenas.
b. Comer más despacio.
c. Mejorar los desayunos.
d. Incluir verdura en todas las comidas.
e. Salir todos los días a caminar.
f. Ir 3 días semanales al entrenamiento personal.
A medida que los iba cumpliendo los tachaba en mi hoja de “Plan de Acción” y cada vez me sentía más liberada y orgullosa.
4. Disfrutar del camino.
Comencé a valorar cada pequeño paso que iba avanzando.
La cocina se convirtió en uno de mis principales hobbies y cada día descubría nuevas recetas, rápidas y saludables, que me hacían disfrutar con la comida.
El deporte era mi liberación, cada día el entrenador me retaba con nuevos ejercicios y sentía que era capaz de dar mucho más de mí, lo que hacía aumentar la confianza en mí misma; además me ayudó en otros ámbitos como en la mejora del sueño y del rendimiento cognitivo en el trabajo.
La alimentación es cultura, es un hábito que adquirimos desde que nacemos, por ello plantearnos un cambio alimentario para toda la vida no es nada fácil, nos agobia, nos da miedo.
Pero os aseguro que cualquiera con un poco de perseverancia y constancia puede conseguirlo.
¿Te gustaría experimentar el cambio en ti?
En el siguiente post te daré las herramientas que me ayudaron y que siguen ayudando a mis pacientes en consulta.
Dedícate unos minutos y escribe todo lo que pase por tu cabeza, ahí tienes la respuesta y los motivos para ayudarte a conseguirlo.
¿Para qué te gustaría conseguir el cambio?