Domingo por la tarde, acabas de terminar de comer un buen plato de paella junto a varios aperitivos muy sabrosos (paté, jamón serrano, queso, croquetas, marisco, empanada…), una pieza de fruta y, finalmente, el postre casero seguido de unos bombones.
Tienes la sensación de estar satisfech@, incluso podrías decir que un poco pesad@, pero te sientas en el sofá a ver una película para disfrutar de una tarde relajada en casa.
A los 5 minutos estás comiéndote un bollito de chocolate, entonces te observas, paras un segundo y EMPIEZA EL JUEGO:
- ¿Cómo ha llegado esto a mí?
- ¡Pero si a mí no me apetecía!
- ¡Otra vez he vuelto a caer, no puedo evitarlo!
- ¡Esta noche no ceno y mañana una ensaladita y agua con limón!
- ¡Soy incapaz de conseguir lo que me propongo!
Seguramente esta situación te resulta familiar, ¿verdad?
Son muchas las ocasiones en las que nos enfrentamos a situaciones muy parecidas que van seguidas de un gran sentimiento de culpabilidad.
¿Es posible no caer en la tentación de comer entre horas?
Por supuesto que sí, solo tenemos que escucharnos durante un momento y aprender a reconocer el tipo de hambre que tengo.
- Emocional: Comemos sin tener hambre, son emociones o sentimientos que nos mueven a ello como el estrés, la ansiedad y nos lleva a comer con exceso opciones poco saludables.
- Fisiológica o Real: nuestro cuerpo nos pide combustible para funcionar. Nuestro cuerpo nos alerta de que necesitamos comer por la sensación de estómago vacío o los ruidos del estómago.
Identifica las diferencias entre hambre emocional y fisiológica
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Cada vez que sientas la necesidad de ir a la cocina a comer algo, pregúntate:
- ¿Es hambre real o aburrimiento, estrés, enfado…?
- Si es hambre emocional ¿la comida me va a cambiar esa emoción?
- ¿Realmente voy a estar menos aburrid@ o enfadad@?
- ¿Me merece la pena darme ese pequeño placer?
- ¿Cómo voy a sentirme cuando lo haga?
En el siguiente post veremos algunas herramientas para trabajar el hambre emocional.
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